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La innovación y el desarrollo del talento como resultado de la formación.

Una gran parte del éxito estratégico de las empresas, independientemente de su tamaño, es la capacidad de adaptación y la flexibilidad ante cambios en el entorno (legales, de demanda, de competencia, de saturación, etc.). La solución pasa por desarrollar y potenciar el talento interno, motivando el compromiso con la organización y con su proyecto. Pero los responsables de RRHH no siempre tienen claro cómo establecer un plan de desarrollo de talento interno, sí de captación de talento externo, que teniendo la ventaja de aportar una nueva visión de la realidad, también requiere una inversión en adaptación a la cultura empresarial y en asimilación del compromiso. El desarrollo del talento interno no sólo se basa en la elaboración de planes de carrera, sino en el desarrollo de planes de formación que impulsen las competencias de cada individuo, para que la aportación, compromiso y motivación desemboquen en propuestas de innovación que se apliquen en todos los ámbitos de la empresa, desde la parte que afecta a procedimientos, hasta la gestión de equipos, comunicación y visión sobre evolución y nuevas tendencias de mercado. La innovación no es esencialmente innata, tampoco se desarrolla completamente solo al adquirir experiencias, sino que, para que pueda generar resultados, ha de estar canalizada en un proceso de desarrollo del talento, que inevitablemente pasa por un plan de formación paralelo al plan de carrera de cada individuo. Parece que la innovación es exclusiva de grandes empresas, pero el desarrollo del talento es tanto o más necesario en la pymes que en las grandes empresas, porque ¿qué volumen de pymes han tenido serias dificultades en los años de crisis económica? Las famosas startups se caracterizan por su flexibilidad y la capacidad de “pivotar” en el mercado, lanzando y testando productos sin una necesaria inversión elevada y garantizándose la capacidad de cambio ante respuestas poco favorables de mercado o de procesos internos, esta característica requiere la generación y aplicación de ideas novedosas, tanto de producto como de generación de valor vs. recursos limitados y muchas veces, incertidumbre financiera. El “espíritu emprendedor”, del que se podría debatir si es una aptitud o el resultado de un proceso de formación en el cual se vislumbra una oportunidad de negocio y cómo llevarla a cabo, es en sí un proceso de innovación. Por lo tanto es consecuencia del desarrollo del talento del emprendedor, en el que también suma la actitud ante el riesgo. Esto no quiere decir que las personas no formadas no pueden ser emprendedoras de éxito, pero sí que su talento debería seguir un proceso de formación en el que el desarrollo de sus habilidades repercuta en el crecimiento directo de la empresa. La formación continua es realmente una inversión, difícil de medir con KPIs, de hecho el ROI ideal de la formación, que transformaría competencias en valores numéricos, no es tarea sencilla, pero sí es más fácil de ver resultados cuando se necesitan procesos y modelos innovadores, que repercuten en resultados mejores, ya sea en términos de eficiencia, costes, ventas, etc.

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La informática como valor seguro.

El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación alcanza una velocidad vertiginosa, no comparable con el ritmo de asimilación de los usuarios y menos con la capacidad de adaptación de las empresas. La capacidad de asimilación de tecnología por parte de los usuarios, se divide en estratos que coinciden con diversas franjas de edad. La asimilación tecnológica por parte de las empresas se divide en las franjas de amortización de licencias, compatibilidades, etc. Todo este panorama implica que la informática, en su amplio sentido (desde el usuario hasta el programador), va a pasar necesariamente por diversas etapas de formación, que le permitirá desde conocer nuevas aplicaciones, hasta perfeccionar su capacidad de utilización o incluso llegar a desarrollarlas. Posiblemente dentro de los requisitos de selección de un empleado esté el conocimiento de un programa determinado informático, en otros casos la empresa o el propio empleado puede impulsar un perfeccionamiento en el uso de un programa, porque considera que sus posibilidades generarán mejoras en su productividad, pero hay casos en los que el conocimiento de paquetes básicos informáticos, implican que esa persona está capacitada para enfrentarse a programas software específicos, aunque no se requiera previamente su conocimiento. En el caso de personas con difícil empleabilidad, la formación informática genera oportunidades, con la ventaja de ser accesible y de abarcar niveles de diversos grados de especialización. En su parte básica se convierte en una constante necesaria, que algunas personas no conocían, porque sus empleos no lo requerían o porque no se habían planteado la posibilidad de mejorar con estas herramientas. Para un plan de desarrollo de carrera tanto personal como planteado por una empresa, el conocimiento y perfeccionamiento informático es un valor seguro de mejora e inversión, en cualquiera de sus diversos escalones de nivel. ¿Incluso en la formación de un manager? Claro, porque los puestos directivos estratégicos tienen múltiples herramientas de ayuda y mejora a la hora de planificar y visualizar e incluso comunicar decisiones estratégicas. A nivel de usuario terminamos por conocer paquetes completos de Office, de los que finalmente utilizamos utilidades aplicables en nuestro trabajo diario, pero sin necesitar formaciones más avanzadas, el recordatorio del resto de utilidades básicas que no aplicamos, muchas veces nos permite incorporar algunas que no estábamos utilizando. Todo esto nos da el resultado de la importancia de la formación continua informática, como garantía constante de mejora.

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Bienvenidos al blog de Visión y Valor

El blog de Visión y Valor está enfocado a ser un repositorio de opiniones e impresiones sobre la evolución de la Formación, con las tendencias, tecnologías, metodologías y áreas que ejercen de palanca de aprendizaje para poder desarrollarnos como personas y como organizaciones.  

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